
El dispositivo, que todavía no está aprobado por la agencia estadounidense del medicamento (FDA, por sus siglas en inglés), tiene forma de cilindro (como un catéter), está fabricado en nailon y poliuretano, y se inserta en la herida abierta (fruto, por ejemplo, de un tiroteo o una cuchillada). Una vez dentro, se llena de aire hasta cubrir un área máxima de 20 centímetros de largo por cinco centímetros de ancho.
Según explica un artículo aparecido en 'Technology Review', una publicación del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), "el balón se adapta a la forma y el tamaño de la herida, presionando sus paredes para contener el sangrado hasta que el paciente puede ser trasladado al quirófano".
A pesar de que todavía no se ha comprobado su eficacia en humanos –los últimos estudios se basan en 200 cerdos–, esta herramienta cuenta con un importante potencial. Según indican los creadores, en su página web, el control de una hemorragia mediante un balón no es un método nuevo. Pero este hecho no resta valor a su producto. "Es bastante más sencillo de insertar que otros dispositivos que no cuentan con estas características de seguridad y de facilidad de uso", explican.
Frente a su eficacia, la revista del MIT enumera algunos de los riesgos que deberán valorarse antes de su comercialización: al introducir y manipular el balón se pueden causar daños en el tejido; o, en el caso de que hubiese metralla en el interior de la herida, ésta "podría desplazarse hacia una arteria sana y, por accidente, empeorar la situación".
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